Campos amarillos

El Periódico de Catalunya. 5 de diciembre del 2013. Gustavo Duch.
 

Estos días he recordado la escena. Era primavera en una carretera de la Segarra, y mientras repostaba, charlaba con el empleado de la gasolinera. Le pregunté por unos fantásticos campos teñidos de amarillo en flor que teníamos enfrente nuestro, salteando el verde de los cereales, un regalo para los ojos de quienes tan acostumbrados estamos al gris cemento. «Son campos de colza», me dijo. «Este año se ven muchos así». Cierto. No solo en las comarcas de Lleida, sino en otros muchos puntos de Catalunya y España. La explicación del fenómeno la teníamos junto a nosotros, líquida, en el surtidor.

Con el argumento equivocado de que los combustibles producidos a partir de colza, soja, maíz y otros vegetales son beneficiosos para luchar contra el calentamiento global, la Unión Europea lleva unos años obligando a su uso y subvencionando a la industria que los produce. Actualmente estos biocombustibles suponen un 4,5% del total del consumo energético europeo en transporte. Pero son tan significativos los impactos denunciados por muchas organizaciones ecologistas y campesinas que en septiembre el Parlamento Europeo propuso reducir el objetivo a alcanzar en el año 2020: del 10% se pasa al 6%. Una reducción, sin embargo, aún insuficiente para frenar la deforestación y el hambre que los agrocombustibles están provocando.

Esta es la razón de estos nuevos campos amarillos en nuestros paisajes, pues la mayoría de los nuevos cultivos de colza han sido sembrados para cubrir este objetivo supuestamente medioambiental. Pero como ni con ellos ni con muchas más hectáreas dedicadas a agrocombustibles es suficiente, Europa importa biocombustibles a base de palma africana del Sureste Asiático y de soja del Cono Sur americano. Y aquí está el doble drama. Por un lado, supone que millones de hectáreas de bosque y selva se talan para el monocultivo de palma africana o soja, y como ello provoca una gran liberación de carbono al ambiente el resultado final son unas emisiones de CO2 superiores a las del gasóleo convencional (solo en España, según el Instituto Internacional por el Desarrollo Sostenible, el uso de agrocombustibles en el año 2011, lejos de reducir las emisiones de efecto invernadero, supuso un incremento de 6,5 millones de toneladas de CO2 emitidas a la atmósfera). Por el otro, supone que mucha superficie de tierra agraria se dedica a esos cultivos compitiendo con la producción de alimentos básicos (según Intermón Oxfam, si la superficie utilizada en el 2008 para producir biocombustibles destinados a la Unión Europea se hubiera dedicado al cultivo de trigo y maíz, las cosechas resultantes podrían haber alimentado a 127 millones de personas). Y eso comporta un  aumento del precio de esos alimentos básicos, lo que para las personas más pobres y vulnerables se traduce en hambre.

Recuerdo también que hace apenas diez años, al aparecer esta opción energética, fueron muchas las voces que advirtieron de lo que podría suceder, y fueron tildadas de «obsesiones ecologistas». El lema que surgió entonces para avisar de que estábamos pensando antes en los automóviles que en las personas decía acertadamente Antes comestibles que combustibles. Ni caso se nos hizo, y hoy por hoy la UE, según la campaña Stop bad biofuels, gasta anualmente en apoyar los biocombustibles una cifra equivalente a seis años del presupuesto en educación, a cerca de 350 nuevas escuelas en Inglaterra o a 200.000 maestros de primaria cada año: 6.000 millones de euros. Es decir, podemos añadir otro lema, Antes educación que combustión.

Y para acabar con los efectos de estas políticas energéticas, hay uno que pocos sospecharon pero que hoy es el que más preocupa a las poblaciones rurales de los países del sur: el acaparamiento de tierras. A ojos de la especulación, es irremediablemente lógico, de forma que hacerse con la mayor cantidad de tierras fértiles con capacidad para producir los combustibles que mueven la economía capitalista resulta una inversión muy jugosa. Por eso en el transcurso de esta década una superficie de Asia, África y América del Sur similar a la mitad de todas las tierras fértiles europeas ha pasado (legal o ilegalmente, pero siempre sin ninguna legitimidad) de ser  un suelo nutriente de sus pueblos campesinos a estar bajo el control de potentes fondos de inversión, grandes multinacionales del agro o incluso países con déficit alimentario como China, Corea del Sur o los Emiratos Árabes.

Todo eso se ve cuando miramos con atención esos bonitos campos amarillos, y bien lo sabe el amigo de la gasolinera, que como el mejor de los estrategas me comentó: «Ojo, ya hay empresarios árabes que compran tierras por estos lugares».

9 comentarios en “Campos amarillos

  1. El pico de extracción de petróleo, se produjo en el 2006_2007, 150 milones de años quemados en 150 años. Es curioso, no se menciona demasiado, pero está muy ligado a los actuales males de la economía. La gran deuda formada por la multiplicación de la masa monetaria, sólo podría pagarse con un fuerte crecimiento, imposible con hidrocarburos caros, el crecimiento infinito estilo » american way of life», obsolescencia programada de cachivaches incluída llegó a su fin.
    El dinero perderá su valor, los bancos centrales maquillarán la inflación, para mantener los intereses bajos artificialmente, sufriremos estanflación y todost pagaremos deuda con la pérdida de valos del dinero.
    Sólo habrá dos valores en alza, energía y alimentación, la pregunta es, la compra masiva de latifundios y el intento de controlar la agricultura, con transgénicos, patentes de semillas etc. Responde a un intento de inversión en vlores refgio, o una nueva forma de dominación?
    Salud.

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  3. aquí compran tierra en la Patagonia ademas relativamente cerca esta campos de hielo una de las reservas de agua dulce mas grande del planeta

  4. Pingback: Campos amarillos | Revista Pueblos

  5. Todas estas verdades que se comentan aquí, aún son poco conocidas por el pueblo. Hay que extender el mensaje, y buscar la colaboración de científicos responsables que lo corroboren, para amplificarlo al màximo De todas forma,. no soy pesimista al respecto, creo que poco a poco la gente se vá concienciando.
    Saludos.

  6. Creo que sólo has mirado los aspectos negativos, que no son pocos evidentemente; pero te has olvidado los positivos que son:
    – autosuficiencia enérgetica: el agricultor siembra su colza, girasol, etc.; y produce cada año su propio combustible, guarda semillas y así cada año tiene garantizado siempre el mismo coste del combustible. Ello es compatible con seguir produciendo alimentos.
    – Combinación de fuentes enérgeticas: el agricultor puede producir biogas, que sin impuestos sale a 0,01 €/litro y puede adaptar los motores diesel a mixtos (biodiesel y biogas); así consume un 80% de biogas y un 20% de biodiesel. El coste baja enormemente y es autosuficiente, cada año tendrá los mismos precios o incluso eficientemente logrará reducirlos. El problema: a los lobbies y estados no les interesa, así se grava el biogas hasta con un 8500% en impuestos (850 € x 1000 litros+ 21% de iva) y el biodiesel en un 67% (480 € x 1000 litros +21% IVA). Sin estos absurdos que hacen inviable la competencia, producción propia y abaratamiento brutal de la energía, no queda más remedio que seguir comprando a los lobbies y fomentando los problemas que citas en tu articulo.
    – Combinación de motores con energia eléctrica, cada día se hace más. ya veremos los lobbies como vuelven a corromper al gobierno sacando impuestos que frenen dicho avance cuando les empiece a quitar volumen de negocio; al igual que ya ha sucedido con las placas solares para electricidad.

    Saludos y salud

    • Aunque los argumentos de Gustavo parecen bienintencionados, podrían ser suscritos por el lobby de las petroleras o peor aún, por el lobby de la ganadería monogástrica. A ver si va a resultar que Gustavo cobra de estos (es broma).
      Con el axioma del hambre en el planeta han sido denostados los biocombustibles hasta la extenuación. Si echamos la mirada atrás, hace 50 años, no más, resulta que en nuestra sociedad occidental el ser humano en nuestros entornos rurales se nutría fundamentalmente de vegetales, con algún aderezo de carne de rumiantes (fundamentalmente en pastoreo), conejos o algún porcino (alimentado en base a sobras de comida), siendo el pollo rerservado para las fiestas debido a que su alimentación entraba en colisión con la del ser humano (granos de cereales). Las necesidades energéticas de la vida rural eran obtenidas a partir de biocombustibles renovables (leña fundamentalmente).
      Pues bien, llegó el petroleo y con él la «revolución verde» que llevó consigo la aparición de grandes excedentes alimentarios. Hubo que «inventar» la ganaderia intensiva de monogástricos (porcino, avicultura y terneros) para dar salida a ese tipo de agricultura expoliativa e insostenible.
      Simplemente quiero poner el énfasis en que antes que los biocombustibles el problema del hambre en el planeta, la acaparación de tierras, la sobreexplotación de recursos tiene a a la alimentación carnivora como máximo responsable. La transformación de cereales y proteaginosas en carne es un proceso absolutamente ineficaz e inmoral.
      Si aceptamos la producción de este tipo de carne como una necesidad humana podríamos incluso darle la vuelta al argumento de Gustavo y considerar a los biocombustibles como algo positivo. El ejemplo de la soja es esclarecedor. Su contenido en aceite oscila entre el 18% y el 22 %, es decir por cada litro de aceite para biodiesel obtenido tenemos 4 kg de torta proteica para alimentación humana (transgénica eso si) o animal.
      Creo, sinceramente, que cuando cargamos contra los biocombustibles debemos, si o si, poner el acento en la ganadería intensiva, de lo contrario, estamos faltando a la verdad, aunque sea por omisión.

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